Antonio García es un joven programador cuya pasión define como «un superpoder porque permite crear lo que quieras y entender cómo funcionan las cosas». Asegura que el futuro tecnológico que nos espera «va a estar en buenas manos» y pide a los adultos que dejen a los niños «experimentar y fallar»
Hablar con Antonio García es todo un lujo. Contagia su entusiasmo y sabiduría allá por donde va. Y eso a los adultos les viene muy bien. Porque niños y veteranos tienen distintas perspectivas del mundo 4.0 que nos rodea y depara: robots, inteligencia artificial, software, «smartphones», tabletas, aplicaciones... «Creo que el punto de vista de los adultos es más dramático», apunta este pequeño de solo 11 años con respecto al entorno que nos rodea y el futuro «tech» que nos espera. «Ven que las máquinas nos van a quitar los trabajos -continua- y que los niños no tenemos la educación adecuada por culpa de las tabletas, porque estamos todo el día con la tecnología... Y creo que no es así».
La razón que esgrime con un razonamiento brillante Antonio, natural de Villanubla (Valladolid), es muy sencilla: «Nosotros hemos nacido en la era digital. Es la época que nos ha tocado vivir. Somos nativos digitales. Sabemos manejar la tecnología mejor que los adultos y nos tienen que dejar probar porque nosotros no tenemos miedo a experimentar y fallar».
El joven programador ha visitado recientemente Madrid para participar en una charla en el InspirAItion Day, evento organizado por SAS, compañía líder en Business Analytics e Inteligencia Artificial (IA), que pone en valor la innovación y el impacto de la Inteligencia Artificial dentro del mundo empresarial. «He venido a hablar del futuro, a decir que va a estar en buenas manos», asegura. Y esto lo ha defendido ante cientos de adultos. «Siempre se habla del punto de vista que tienen los adultos sobre el futuro pero también hay que escuchar a los niños porque nosotros vamos a ser ese futuro», recuerda. Razón no le falta.
Antonio desborda «pasión por la programación». No se cansa de repetirlo. Y fruto de ello ha desarrollado en total más de 100 videojuegos y «apps» para móvil. Comenzó a programar con 6 años y con 8 participó en una charla TEDxYouth. También imparte charlas a directivos.
«Pero soy un niño normal», asegura. «Voy al colegio, tengo mis amigos, estudio, juego al fútbol... y programo», defiende. La única diferencia entre él y el resto es que él se dedica a «transmitir la ilusión que tengo por la programación. Y para ello vengo a Madrid o a donde sea».
Una pasión muy precoz
Aún así reconoce que muchos como él no hay. «Afortunadamente cada vez hay más niños y niñas que se dedican a programar. Lo que ocurre es que ellos no se dan a conocer como yo. Por eso resalto más», explica. Y no le importa con tal de contar su experiencia, de cambiar perspectivas y cómo no, de «conseguir que más niños también quieran programar y disfruten con ello».
Cuando Antonio tenía 6 años, él y su hermana acudieron al Scratch Day, un evento donde se imparten talleres de programación con diversos lenguajes que se celebra anualmente en la Universidad de Valladolid. El interés que despertó en él la asistencia al evento, le llevó a pedir una beca de ingreso en el Club de Jóvenes Programadores de esa misma universidad, lugar donde ha adquirido muchos de sus conocimientos. A día de hoy, Antonio imparte charlas como profesor en el Scratch Day.
«Siempre he sido muy curioso», recuerda. «Jugaba a los videojuegos y me divertía -continúa- pero me preguntaba al mismo tiempo cómo funcionaban, cómo podía mejorarlos… Creo que esa curiosidad me llevó a la programación». Además de Scratch, un lenguaje de programación visual que permite el desarrollo de habilidades mentales mediante el aprendizaje de la programación, posee nociones sobre App Inventor, ensamblador, App Lab y Arduino. Esto le ha permitido programar más de 100 videojuegos así como desarrollar «apps» para móviles.
«Algunas de las cosas que he programado son ideas que se me ocurren pero también por divertirme un poco», asegura. «Porque la programación, a parte de que es buena para la formación, también me divierte. Es como el que juega al fútbol», asegura. «También he hecho aplicaciones para que en clase aprendamos los temas de forma más divertida porque es aprender jugando y jugar aprendiendo. Esto, para un niño, es mucho mejor», defiende, a pesar de que sabe que en las aulas todavía queda mucho por implantar la tecnología. Por eso, su primera creación, que recuerda con especial cariño, era un juego con el que aprender los huesos del cuerpo humano «de una forma muy sencilla».
Chicos y chicas pueden programar
Para Antonio, programar debería ser una asignatura más en el colegio «porque, actualmente y va a seguir así, en todas las profesiones hay un producto tecnológico (ordenador, móvil, tableta..). No se trata de que vayamos a ser los nuevos Steve Jobs pero sí de que, si surge algún problema, seamos capaces de solucionarlo y entendamos cómo funcionan las cosas de nuestro alrededor».
Con solo 11 años, este vallisoletano es también muy consciente de la brecha de género que existe en las carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). «La programación no entiende de géneros. Lo puede hacer cualquiera. Es un superpoder porque permite crear lo que quieras y entender cómo funcionan las cosas», defiende sin duda alguna.
De mayor, reconoce que le gustaría ser portero de fútbol. «Es mi otra pasión aunque sé que es complicado y que la carrera de futbolista se acaba pronto», afirma. Pero también quiere «ser inventor». O puede no acabe siendo nada de eso. «Quizás en el futuro desaparezca la profesión de inventor y haya otra nueva. No podemos saber lo que el futuro va a haber», asegura. Así que se queda con su presente, con su programación, esa pasión que transmite a raudales.
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