Este domingo fue canonizado el padre Óscar Arnulfo Romero, cuya santidad ya había sido decretada desde hace mucho antes, por los pueblos pobres de América Latina.
Este domingo, San Romero llegó al Vaticano, donde fue canonizado por el papa Francisco, haciendo oficial ante la iglesia, el rol del Monseñor Óscar Arnulfo Romero, quien ya era considerado un santo por los pueblos pobres de su querida América.
Así lo recuerda, en entrevista exclusiva para teleSUR, el periodista y escritor uruguayo, Juan Raúl Ferreira, quien fue gran amigo del monseñor Óscar Arnulfo Romero, a quien conoció al llegar a El Salvador tras ser exiliado por la dictadura de Uruguay.
"¿Qué era Romero para Estados Unidos? ¡Era un peligro muy grande! porque era la voz de los que no tienen voz, pero sin tener un pasado que le pudieran enrostrar", manifiesta Ferreira.
El periodista destaca la valentía y, al mismo tiempo, la humildad del santo. "Era una voz que escuchaba a toda América Latina, para no perder la esperanza. Sus armas eran la luz, la verdad y el amor (...) Transpiraba amor con una enorme serenidad", afirma.
Palabras que también comparte el sacerdote Numa Molina, quien también participó de la cobertura especial de teleSUR, asegurando que Romero fue alguien que levantó la voz ante los potentados de este mundo, "que les gritó duro a los poderosos, y esto hizo que se convirtiera en la voz de los sin voz (...) Es alguien que, en el contexto de América Latina, se atrevió a vivir el evangelio en profundidad y profecía (...) Tuvo el coraje que tuvieron los profetas del antiguo testamento".
El jesuita venezolano se refirió a la ceremonia de hoy como la "Vaticanonización". "Este es el acto formal, pero el pueblo se ha encargado de canonizarlo desde hace mucho tiempo. (...) Hoy sólo se hace oficial dentro de la estructura de la iglesia católica", asegura el Molina.
Asimismo, Numa Molina, afirma que Romero fue un santo incómodo para la iglesia de hoy. "Hay hoy en la iglesia de El Salvador, corrientes que están en contra de su canonización, lo que pasa es que no lo dicen, hipócritamente lo disimulan. Son los mismos que lo persiguieron y ahora aparecen muy romeristas".
San Romero, el monseñor Óscar Arnulfo Romero, se inmoló, heroicamente, al decir en una de sus misas: "Yo les pido, les ruego, humildemente que paren la represión. En el nombre de dios les ordeno: dejen de matar". Un día después, el 24 de marzo de 1980, fue asesinado, en plena homilía, por agentes de la dictadura salvadoreña con apoyo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos.
nstantes antes de recibir el disparo, al notar que habían venido a matarlo, testigos cuentan que el padre miró a los ojos a sus verdugos y les dijo "Un obispo puede morir, pero la iglesia de dios no morirá. Que mi sangre sea semilla de libertad".
San Romero de América, Pastor y Mártir Nuestro
Del poeta español-brasileño, Pedro Casaldáliga
El corazón de El Salvador marcaba
24 de marzo y de agonía.
Tú ofrecías el Pan,
el Cuerpo Vivo
-el triturado cuerpo de tu Pueblo;
Su derramada Sangre victoriosa
-¡la sangre campesina de tu Pueblo en masacre
que ha de teñir en vinos de alegría la aurora conjurada!
El ángel del Señor anunció en la víspera,
y el Verbo se hizo muerte, otra vez, en tu muerte;
como se hace muerte, cada día, en la carne desnuda de tu Pueblo.
¡Y se hizo vida nueva
en nuestra vieja Iglesia!
Estamos otra vez en pie de testimonio,
¡San Romero de América, pastor y mártir nuestro!
Romero de la paz casi imposible en esta tierra en guerra.
Romero en flor morada de la esperanza incólume de todo el Continente.
Romero de la Pascua latinoamericana.
Pobre pastor glorioso, asesinado a sueldo, a dólar, a divisa.
Como Jesús, por orden del Imperio.
¡Pobre pastor glorioso,
abandonado
por tus propios hermanos de báculo y de Mesa…!
(Las curias no podían entenderte:
ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo).
Tu pobrería sí te acompañaba,
en desespero fiel,
pasto y rebaño, a un tiempo, de tu misión profética.
El Pueblo te hizo santo.
La hora de tu Pueblo te consagró en el kairós.
Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio.
Como un hermano herido por tanta muerte hermana,
tú sabías llorar, solo, en el Huerto.
Sabías tener miedo, como un hombre en combate.
¡Pero sabías dar a tu palabra, libre, su timbre de campana!
Y supiste beber el doble cáliz del Altar y del Pueblo,
con una sola mano consagrada al servicio.
América Latina ya te ha puesto en su gloria de Bernini
en la espuma-aureola de sus mares,
en el retablo antiguo de los Andes alertos,
en el dosel airado de todas sus florestas,
en la canción de todos sus caminos,
en el calvario nuevo de todas sus prisiones,
de todas sus trincheras,
de todos sus altares…
¡En el ara segura del corazón insomne de sus hijos!
San Romero de América, pastor y mártir nuestro:
¡nadie hará callar tu última homilía!
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