Es hora de desenmascarar el propósito que tienen algunos llamados cantautores, los que a título de llevar el canto “comprometido” por la vida, promueven más bien otras intenciones que nos dejan perplejos a quienes conocemos el mundo de los que creen, apostaron y apuestan por el verdadero canto identificado por las causas populares.
El cantautor boliviano Luis Rico, de larga trayectoria en este género musical, ha estrenado en una radio paceña una canción que refleja una clara intencionalidad política de acomodo y respaldo a las agrupaciones políticas y colectivos ciudadanos que siguen el slogan de “Bolivia dijo NO”.
Para nadie es extraño que el contenido de las llamadas canciones sociales o que se llamaron en algún tiempo “de protesta”, tuvieran una carga política en su esencia y plantearan una propuesta política que se identificó con las profundas transformaciones de las distintas épocas que vivieron las pueblos de esta parte de América.
Desenmascarar esa intencionalidad que tienen algunos cantautores como Luis Rico, es ir a las raíces de su propia historia, que bien sabemos siempre estuvo de la mano de las aspiraciones de ese gran conglomerado social que luchó en los momentos más duros que enfrentó el movimiento popular en tiempos de la dictadura y ahí estuvieron esas canciones, resistiendo y promoviendo acciones de movilización.
Luis Rico es de los que puso sello a canciones que identificaron las luchas de los mineros, con su canción “Imágenes”, que le cantó al DS 21060, o “Palomitay”, alusión a la ‘Marcha por la Vida y la Paz’ el año 1986, y después, plagió la canción de Víctor Heredia, (“Coraje”), le puso letra a esa canción en la ‘Marcha de los indígenas por Tierra y Territorio’, el año 1990.
Pero si de plagiar se trata en ese afán de “identificarse” con las aspiraciones populares, Luis Rico, hizo suya algunas composiciones de Coco Manto (Jorge Mansilla Torres), para hacérselas suyas, aspecto por demás criticado por el autor ya que, en escenarios nacionales las nombró como si fueran suyas, tal el caso de los “Inglés intensivo”, “En el funeral del rio”, una saya-caporal, además de otras. El propio Coco Manto, a propósito del Plagio, señalaba en una oportunidad, que “el plagio en Bolivia es un negocio para hacerse RICO”.
Un importante punto de referencia para caracterizar en Bolivia este paso de la canción social (protesta), entendida ésta como la musicalización del discurso político al Canto Nuevo, o nueva canción, que combina elementos de protesta social con la música y la poesía, es la aparición de cantautores de la talla de Benjo Cruz, tras la experiencia de la guerrilla de Teoponte. Otros, como Julio Cesar Paredes, Carlos López, Nilo Soruco, Matilde Casazola y Jesús Durán, asumieron la tendencia histórica que caracteriza a la música y el canto popular boliviano, articulados con las luchas del movimiento popular.
Habrían otros más en una línea de la canción social “light”, que también transitaron el mismo camino del propio Luis Rico como son, Jaime Junaro, todavía junto a Savia Nueva, Emma Junaro, Jenny Cárdenas y otros, que estando ahora en la otra vereda, buscan como escenario para presentar sus canciones, ya no las plazas, los teatros culturales populares, sino Hoteles 5 estrellas (“Hotel Cochabamba”) o el Hotel “Real Plaza” en La Paz, como vimos hasta hace poco con Savia Nueva.
Estos reacomodos político ideológicos de la canción social, no tienen ninguna justificación, de quienes ahora tratan de revivirlas en esos escenarios, recordando las resistencias a las dictaduras o la implementación de políticas en el tiempo neoliberal, porque se trata de un canto que reflejó el sentimiento de quienes sufrieron los efectos de la aplicación de esas medidas contra el pueblo.
Por ello, el movimiento de la nueva canción estuvo estrechamente ligado a los movimientos solidarios por las causas populares, de modo que los artistas se comprometieron con causas como en Argentina con las Madres de la Plaza de Mayo y los zapatistas de México, o el martirio de Víctor Jara al ser apresado torturado y acribillado en la dictadura de Pinochet en los años setenta.
Al finalizar esa década, con el ocaso de las dictaduras de la última mitad de siglo, años de oscurantismo y persecución a las ideas y a las organizaciones sociales, a políticos y sindicalistas, se removieron las estructuras políticas y, desde luego, la discusión ideológica en espacios de la vida de los jóvenes, donde el instrumento de movilización eran las canciones que se corearon en las calles.
Los referentes musicales que aún quedan como Violeta Parra, Víctor Jara, Inti Illimani, Quilapayún en Chile, o más al sur, León Gieco, Mercedes Sosa, Víctor Heredia, Piero y Daniel Viglietti, que a sus 80 años ponía su canto en el homenaje al Comandante de América en Vallegrande en ocasión de los 50 años de su muerte.
Es tan contradictorio que las canciones de este tiempo, como el “Pueblo unido jamás será vencido” o “Para el pueblo lo que es del pueblo”, las vitoreen ahora en las calles nada más ni nada menos los hijos de los padres que reprimían al pueblo, estos que ahora utilizan la consigna de “Bolivia dijo NO”; estos mismos que en los tiempos de la dictadura ordenaban asesinar al pueblo.
Ahí está Luis Rico, alimentando con su canción “comprometida” a los intereses de todos ellos, que quieren el retorno de ese tiempo feroz, al que el propio Rico las cantó con otro sentimiento, pero nunca con la pasión que la tienen los verdaderos cantautores que hoy, no venden su canto a los intereses de una minoría que no respetó jamás la dignidad del pueblo.
Autor: Camilo Katari
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