*Camilo Katari
Los
personajes “ilustres” en su mayoría son las personas que han
contribuido al mantenimiento del orden jerárquico
de la sociedad y Estado. Así hemos tenido a través de nuestra historia,
los “intelectuales de la colonialidad” que han justificado la opresión
de los pueblos originarios y las culturas subalternas.
En
una larga lista nos encontramos con nombres como Gabriel René Moreno,
Alcides Arguedas, Fernando Diez de Medina,
y un largo etcétera. La mentalidad colonial no se expresa solamente en
los textos o discurso, o hablar muy bien sobre aspectos históricos o
refutar contenidos jurídicos sobre todo se manifiesta en las actitudes.
De
ahí que la actitud de Carlos D. Mesa de remover su actitud de víctima y
que pretenden demolerlo, también pasa por ese tipo de actitudes, eso se
vio demostrando su
elevado narcicismo cuando afirmó hace pocos días que: “El Gobierno parece estar invitándome a ser candidato, parece que le gusta que sea candidato”,
expresando su vacilante falta de valor de tomar decisiones por sí sólo,
ya que ante la pregunta si: “¿Aceptaría la invitación? Mesa dijo:
“Quién sabe”.
Cuando
en 2002 Gonzalo Sánchez de Lozada decide que su acompañante de fórmula
sea Carlos D. Mesa, es porque éste
es un representante de la clase media, no por sus cualidades políticas,
se trataba de captar votos de un segmento de la población utilizando el
capital social acumulado por Mesa en su calidad de periodista pero no
por su experiencia política.
La
verdad es que Carlos Mesa ha demostrado desde lo más profundo de su ser
una profunda inseguridad y ser complaciente con la corrupción. Pero
además, esa falta de valor lo llena con
una vanidad sin límites, como es creer que el gobierno está preocupado
por invitarlo a ser candidato ya que cuando era presidente salió tirando
la toalla, el pueblo es testigo de las más de dos oportunidades entre
jueves y domingo amenazaba con renunciar.
Y
más allá de la aclaración sobre su responsabilidad en el caso que
investiga la Policía Federal brasilera, respecto al caso Odebrecht, en
que aparecen la inicial C.M. en el pago de
sobornos o el caso del pago de resarcimiento de 46 millones de dólares,
dictado por un tribunal arbitral en favor de la empresa QUIBORAX, lo
que debe quedar claro es que el gobierno no necesita de ninguna
estrategia de demolición de su imagen, pues él ha hecho
méritos por mutuo propio para derrumbarla.
Vale
decir fue una especie de ídolo para los ingenuos que creyeron en él,
pero con pies de barros. Cuando Carlos Mesa llegó al poder gozaba de un
amplísimo apoyo popular, pero lo echó
por la borda; precisamente porque no tuvo valentía de tomar decisiones,
como fue lo que en su momento demandaba la población boliviana, como
fue la Nacionalización de Hidrocarburos y convocar a la Asamblea
Constituyente.
No
vamos a juzgar la actitud de Carlos Mesa, tendrá sus razones, pero sí
podemos afirmar que los hechos de octubre
de 2003, su negativa a ser testigo de las víctimas y tras el fallo en
EE.UU, así como la labor de su gestión no pesaron trascendentalmente
como el pueblo esperaba.
Recordar los hechos históricos y reconstruirlos no como algún ex vicepresidente, también con el propósito de hacerlo
visible, califica esta recuperación de la memoria histórica, en rigor de verdad, que quién lo persigue es la historia.
Así
que no hay intencionalidad alguna de demoler la imagen de Carlos Mesa,
pues no existe necesidad para ello, ya que él mismo ha hecho los méritos
suficientes para su
suicidio político y si pruebas faltaran para afirmar que el gobierno no
quiere “demoler” su imagen, ha sido pues el presidente Evo Morales,
quien lo invitó a ser vocero de la causa marítima, demostrando así una
desprendida actitud.
Carlos D. Mesa tiene el legítimo derecho a presentarse como candidato, pero también es el pueblo quien tiene el derecho legítimo
a pedirle coherencia entre los discursos y los hechos, entre la verdad histórica y los “olvidos” intencionados.
La
historia con su registro implacable de las actitudes y los hechos,
pinta de cuerpo entero a las personas, que fueron “ilustres”
simplemente por los artificios de sus entornos mediáticos y la
mediocridad aduladora, pero será la misma historia que se encargará de
demolerlo porque nunca fue coherente y trasparente con su pueblo porque nunca le habló claro.
*Camilo Katari, es escritor e historiador potosino
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