*Camilo Katari
La
llegada de una nueva autoridad eclesial a nuestro país, nos plantea la
necesidad de hacer un balance
a la conducta de una institución hoy por hoy con alta pérdida de
credibilidad, yo ya diría desde los tiempos en que su último Cardenal
–Julio Terrazas- recorrió la delgada línea roja, tras sus vinculaciones
con la casta más oligárquica de la cruceñidad.
La
Iglesia Católica en el mundo, como señalábamos en reiteradas
oportunidades, tiene una deuda histórica
con los pueblos indígenas y originarios de diferentes rincones del
planeta. Seguramente que el Papa Francisco preocupado de sus autoridades
en esta parte de América, ha señalado a un obispo indígena para que
responda a sus fieles sobre todo a los más pobres.
De
ahí llega un hombre hombre sencillo y humilde, Toribio Ticona, que
nacido de una familia campesina de Atocha, que trabajó en los centros
mineros y áreas rurales de Bolivia, recuerda con frecuencia su origen,
desde esa sencillez dice que no conoce aún el servicio que brindará a la
Iglesia y sus hermanos y que nunca había pensado ser Cardenal.
Estamos
en consecuencia, al frente de una nueva autoridad que si se enmarca en
los desafíos de una Iglesia que remueva su opción preferencial por los
pobres, puede incidir en la mentalidad
de una cúpula eclesial boliviana que, en este tiempo, solo ha servido
de vocera a sectores de la oposición
que cuestionan el proceso político actual.
La
jerarquía de la Iglesia Católica boliviana continúa con esa mentalidad,
confunde todavía la metáfora
bíblica del “rebaño” con la realidad, seguramente por esta confusión
mantiene una postura de defensora de los poderosos, a quienes no les
gusta ni la democracia, ni la legalidad, y peor la autodeterminación en
el campo religioso.
En
este último tiempo esa cúpula eclesial anda más preocupada de las cosas
terrenales, como la política,
el Estado y la sociedad, sin tomar en cuenta que debe mirarse a sí
misma, no solamente por la matriz colonial de su presencia en estos
territorios del Abya Yala, sino por su afecto al poder político en un
Estado que hoy es laico.
Los
curas y obispos del tiempo de Julio Terrazas, siguieron la lógica de
los empresarios que se juntaron
con las logias cruceñas y clanes para desestabilizar este proceso, por
ello andan desesperados de volver a chupar la mamadera que la tenían
durante 20 años. Muchos de esos sacerdotes y obispos me recuerdan a
aquellos que estuvieron ligados al poder en gobiernos
dictatoriales.
De
ahí que cuando identifican que la Conferencia Episcopal Boliviana,
antes que un órgano de obispos,
desde 2006 se constituyó en un partido político de la oposición, estoy
plenamente de acuerdo, ya que en su discurso no deja de apoyar
posiciones políticas y sobre todo posiciones reaccionarias,
conservadoras, oponiéndose a los cambios, incluso a la Constitución
Política del Estado.
Nos hemos preguntado en varias oportunidades ¿Por qué la cúpula eclesial de la Iglesia católica boliviana no se sintió
perpleja cuando remataban las empresas de este país y vendían a precios de gallina muerta los recursos estratégicos bolivianos?
Esta
cúpula de la Conferencia Episcopal Boliviana aún permanece en el
oscurantismo, es medieval, no sabe leer la realidad
y no la entiende. Pero, consideramos que eso es normal en una cúpula
que permanentemente ha dado muestras de una retórica de humildad, y que
es el eco de una Iglesia con muchas contradicciones y con una clara
opción por el statu quo.
Se
habló de las obras del gobierno, sus “palacios” y la consulta que le
hicieran al nuevo cardenal, cuestionando la moral de este gobierno.
Pero
si de moral se trata, al interior de esa cúpula eclesial, ésta no tiene
cara para señalar lo que afirman sus obispos y sus sacerdotes, que
pregonaron identificación plena
como opción por los pobres, sin embargo, continuamos viendo la línea
del lujo y ostentación, tan igual como los grupos empresariales,
oligarcas de esas logias cruceñas que se bañan todos los días en
perfume.
¿Cuándo se escuchó decir que sacerdotes u obispos rindieron cuenta de los diezmos que reciben semanalmente?
¿Cuándo escuchamos que esos recursos aliviaron en algo la pobreza en comunidades campesinas o en barrios periurbanos, con sus
obras caritativas?
Esperemos
que el “dolor y la vergüenza” manifestada
hace muy poco por el Papa haga reflexionar a ésta cúpula eclesial
boliviana, que sin duda tiene una crisis expresada en la falta de lo que
llaman la vocación sacerdotal, la pérdida de los jóvenes como actores
de una vida con fe y la triste imagen de las iglesias
sin feligreses, cuyas piedras frías, talladas por manos indígenas,
esperan un anuncio evangélico esperanzador, desde la asunción de un
obispo indígena como Cardenal.
Un
piadoso silencio de reflexión interna sería lo recomendable para los
representantes de una institución
que, como decíamos, atraviesa una de sus peores crisis de credibilidad,
en lugar de jugar a la política y defendiendo a los poderosos de
siempre.
*Camilo Katari, es escritor e historiador potosino
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