*Camilo Katari
Las limitaciones que tiene la oposición en términos de formulación de programas y visiones de sociedad y Estado,
han determinado que utilice a una vieja práctica que conmueve a cualquier ser humano: La compasión.
Rostros
compungidos y dolorosos se muestran en las pantallas de televisión
tratando de conmover a la opinión
pública, especialmente para tapar sus actividades delictivas. Así
tenemos que hombres armados, haciendo gala de sus armas en fotografías y
con declaraciones que llegaron al país para enfrentar al poder
legalmente establecido, son hoy promocionados como angelicales
y honestos ciudadanos, todo esto para justificar una acción de
levantamiento armado para dividir nuestra patria.
La
práctica de la compasión como componente de la acción política ha sido
nuevamente puesta en escena por el
Alcalde de Cochabamba. Esta puesta en escena ha sido acompañada de un
enredo leguleyesco que sus conmilitantes ensayan para dar un giro a un
acto penado por nuestras normas.
Un
diputado esforzado por demostrar la imagen de mártir del alcalde
cochabambino, que además nada conoce del
municipio cochabambino, se ha puesto la armadura y se ha lanzado a
defender a dulcinea en un escenario fantasioso al igual que el hidalgo
de la Mancha.
Esta
extraña comedia nos pinta de cuerpo entero a los militantes y
acompañantes k’ochalas, del alcalde que no
pueden explicar, coherentemente los actos de su jefe; por lo cual han
tenido que recurrir a un director de teatro para que les construya un
escenario, un discurso y un público (los medios de comunicación
opositores) para intentar distraer a la población cochabambina.
Esta
práctica de victimización y la utilización de la compasión es un
recurso efectivo, porque tenemos que reconocer
que la iglesia católica, durante siglos, nos ha mostrado la imagen del
ecce homo (Jesús en la cruz) y con ella ha posicionado la compasión como
parte de nuestros valores humanos, es a esta condición subjetiva que
hoy recurren muchos políticos para lograr engañar
a personas bien intencionadas que tienen muy debilitada la razón
crítica.
Declararse
“perseguido político” es el último recurso compasivo que tiene el
político, para no dar explicaciones
de sus actos, eso pasó con los asesinos de febrero y octubre del año
2003, con los dirigentes que organizaron un alzamiento armado el año
2008, y hoy con los responsables de actos de corrupción en un municipio.
“Perseguido
político”, es pues una cortina de humo, una más de las miles de
“chicanas” leguleyescas de los “doctorcitos
de Charcas” cuya mentalidad colonial, imagina que seguimos siendo
“hombres sin alma ni entendimiento”, por eso nos tratan como a
estúpidos, intentando cambiar la realidad con su lenguaje sibilino.
Pero
los tiempos han cambiado, las tortillas se volcaron y todos los
esfuerzos de los colonialistas no podrán
restaurar el viejo orden colonial (léase neoliberal); esa es la batalla
que libramos cada día con los hijos y nietos de los viejos
encomenderos, que hace pocos años con el látigo en la mano (algunos con
bates de palo) pretendieron someter a los que siguen
considerando sus pongos.
La
oposición política, todos los días, reclama el respeto a la
institucional, pero es el primero en negarlo,
en rechazar a las instituciones y aferrarse a un discurso vacío de una
“democracia” ideal, que solamente existe en su afiebrada mente. La
democracia es, sobre todo la voluntad del pueblo que en nuestro caso ha
definido realizar una revolución para desmontar
el viejo Estado colonial y en esta propuesta se encuentra la
descolonización del saber, especialmente jurídico y político, para
recuperar lo propio, lo no occidental.
Claro
que los “perseguidos políticos” jamás se interesaron por los demás,
peor del saber que poseen, solamente
les interesa el llenar sus bolsillos, al igual que sus abuelos
sedientos de oro y plata, sin importar la sangre de sus esclavos.
*Camilo Katari, es escritor e historiador potosino
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